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Domingo, 27 Noviembre 2011

El pie de Jaipur

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El pie de Jaipur
Ed Miles contrató a un camboyano para dirigir el taller de Phnom Penh. De aspecto juvenil, con ojillos negros como cuentas de azabache y una acusada cojera, Song Tak había sobrevivido a la revolución de Pol Pot que acabó diezmando a la población camboyana. Había perdido a toda su familia en los campos de la muerte y él mismo había sido herido en una pierna al huir hacia Tailandia. Song Tak era un tullido más en un país de tullidos. Ed Miles y la Fundación de Veteranos de Vietnam le salvaron de una depresión al hacerle responsable del taller de prótesis.

Junto a otros siete aprendices camboyanos y con los moldes que unos técnicos indios trajeron de Jaipur, Song se ha convertido en un experto en la fabricación de pies y piernas artificiales. Llena los moldes con una aleación de caucho y luego los calienta en ollas a presión hasta que queda duro e irrompible. Mientras, un ayudante recorta la pierna de una lámina de aluminio y le da forma; acto seguido, otro le aplica una capa cosmética. Al final, Song Tak lo ensambla todo. El proceso dura 45 minutos. Ayudando a sus compatriotas heridos, Song Tak ha encontrado un sentido a su vida.

Ed Miles, el veterano de Vietnam que montó estos talleres de prótesis en el sudeste asiático, recorrió el mundo hasta encontrar un sistema fiable. Necesitaba que los pies y piernas artificiales fuesen baratos y adaptables a las condiciones de estos países, donde la electricidad es un bien escaso y ni siquiera hay carreteras practicables. Finalmente, un médico indio en Londres le habló de un sistema de prótesis que tenía más de 30 años de probada experiencia en países del Tercer Mundo y que no requería ninguna tecnología sofisticada. El coste de cada pierna artificial era de unas 500 pesetas. Al contrario de los sistemas que había estudiado en Europa y en América, éste tenía la ventaja de estar concebido para campesinos que trabajan descalzos y en cuclillas. Era la prótesis de los pobres. Cada cual podía repararla, sin tener que viajar días enteros a la ciudad más próxima. Una tecnología simple conocida como pie de Jaipur.

Un gandhi científico. Serio, amable y brillante, modesto como suelen serlo los sabios, de pelo plateado y tez cetrina, a sus 70 años P. K. Sethi, el cirujano ortopédico inventor del pie de Jaipur, forma parte de esos personajes que produce La India y que le dan su fama. Es el Gandhi de los mutilados, de los discapacitados. Un Gandhi científico, en absoluto religioso.

La última vez que le visité, en marzo de 2000, estaba consternado: cada día recibía a pacientes aquejados de polio que, sin embargo, habían sido vacunados. La campaña masiva de vacunación para erradicar la enfermedad estaba resultando un fracaso debido a un problema técnico: en La India es imposible mantener la cadena de frío, indispensable para que la vacuna, que se administra por vía oral, no se caliente y pierda su eficacia. El Dr. Sethi lo había predicho, pero sus advertencias cayeron en saco roto. Es, según él, un ejemplo más del fracaso de las soluciones a problemas del Tercer Mundo impuestas por burócratas que se encuentran cómodamente sentados en despachos a miles de kilómetros de distancia. -Las soluciones desarrolladas localmente tienen muchas más probabilidades de sobrevivir porque nacen de la propia necesidad-, dice.

Reportaje
SOBRE DOS RUEDAS Sahib Bro es un campesino oriundo del estado de Maharastra. Mientras se encuentra en Jaipur esperando que le hagan una nueva prótesis, conduce este rickshaw (vehículo de transporte que guía una persona) para ganarse el sustento.
Sethi sabe de lo que habla. Fue él quien, hace 50 años, descubrió que la polio era la mayor causa de discapacidades en La India. Sus estragos no eran visibles a ojos de la mayoría de los médicos porque los enfermos, sin poder moverse, permanecían ocultos, encerrados en las chozas de sus aldeas. Había que ir a sacarlos de allí, a proponerles soluciones para mejorar sus vidas. Desde entonces, Sethi no ha cejado en su lucha para que sus pacientes, los más desvalidos de entre los pobres, se tengan en pie. -Después de operarles de polio, mis pacientes regresaban a sus casas y de nuevo adquirían malformaciones porque no tenían medios para conseguir aparatos protésicos. Entonces, ¿para qué servían mis operaciones?- Las prótesis disponibles en La India eran caras. Heredadas de los ingleses, no correspondían al estilo de vida oriental. -Estaban concebidas para gente que usa zapatos, gente que vive en una cultura de silla, con el pie en ángulo recto. El 90% de los indios pobres van descalzos y trabajan en cuclillas con el tobillo torcido-.

Había que idear algo distinto y no era nada fácil porque no existía ningún trabajo sobre el que pudiese inspirarse. -Nosotros teníamos que innovar. Y esto no sólo exigía más ciencia, sino también un entendimiento más profundo de nuestra sociedad-, afirma Sethi. Una prótesis para pobres, en un país tan férreamente compartimentado en castas como La India, era ciertamente una idea revolucionaria. El proyecto carecía de criterio de rentabilidad y, además, la especialidad de ortopedia estaba considerada como secundaria por los demás médicos. En La India, los miembros de las clases privilegiadas no suelen rebajarse a tareas manuales, como fabricar prótesis, porque les resulta indigno.

El médico pensó en el caucho. Si era un material tan duro como para hacer rodar a los camiones por las terribles carreteras de La India, debía de valer para el andar humano. Como no disponía de trabajadores especializados, se le ocurrió buscarlos en la cantera de artesanos altamente cualificados que siempre ha existido en La India: curtidores, carpinteros, herreros... Al principio, todo fueron fracasos. -Lo fundamental, la principal innovación del diseño, fue suprimir la quilla metálica del interior. Nos costó mucho hacerlo porque pensábamos que el pie se rompería. Al final, después de años de experimentos, conseguimos una prótesis flexible, sólida y barata-.

Sin fatalismos. Cuando se enteraron de que existía algo que podía cambiarles la vida, los discapacitados empezaron a llegar, primero por decenas y luego a cientos, al hospital donde trabaja el Dr. Sethi. Llegaban pacientes de 60 años que llevaban 40 arrastrándose por el suelo. -La idea tan extendida del fatalismo de los indios no es más que un prejuicio. Cuando se les ofrece algo para mejorar la vida, lo aprovechan-, reconoce Sethi. La cola del hospital de Jaipur a veces alcanza 500 metros.

Los tullidos vienen acompañados de sus familias y acampan hasta conseguir ser atendidos por el personal del taller de prótesis. Algunos esperan hasta tres semanas a que les llegue el turno. El hospital les proporciona dos comidas gratuitas al día. El comedor parece la corte de los milagros: entre muletas, carritos y sillas de ruedas, una multitud de tullidos engulle lentejas y arroz en una algarabía general. Una pierna artificial significa para todos una vida normalizada.

La historia de la bailarina Sudha Chandran es conocida en toda La India. A los 16 años, a esta estrella de la danza tradicional del Bharat Nathyam le fue amputado el pie derecho después de haber sufrido un accidente de circulación. Empeñada en bailar de nuevo, recorrió el país en busca de una solución. Recaló en Jaipur, donde Sethi le colocó una prótesis antes de someterla a un duro programa de rehabilitación. Sudha Chandran volvió a los escenarios y hoy es una popular actriz de televisión. Su historia fue llevada al cine y así fue como el pie de Jaipur se dio a conocer en en todo el país. El Gobierno de La India acaba de incluir la historia de su vida en los libros de texto de enseñanza primaria, para que los niños también la conozcan.

Reportaje
LA LARGA ESPERA En el patio del hospital Sawai Man Singh las prótesis, alineadas sobre un banco, comparten los rayos de sol con algunos de los pacientes que esperan ser atendidos.
En los últimos años, la demanda mundial de prótesis ha aumentado de manera espectacular a causa de los conflictos armados, auténticas fábricas de lisiados. Si en Europa y Estados Unidos ha surgido una industria multimillonaria de alta tecnología, en el Tercer Mundo, los talleres están repartidos por La India, Afganistán, Nicaragua, Angola, Mozambique… -Más que un trasvase de tecnología la solución a este problema requirió trasladar un sistema de valores a otro, del occidental al indio. No basta con adquirir nuevas tecnologías porque nuestros pobres no tienen acceso a ellas. Y si no, ahí está el último fracaso de la campaña de vacunación de la polio. Nuestro verdadero desafío es adaptarlas, hacerlas asequibles-, apunta Sethi.

Si el sistema, puramente artesanal, tiene la ventaja de adaptarse a todos los lugares del mundo, por muy remotos y pobres que sean, tiene el inconveniente de no garantizar una calidad estándar. Hay pies de Jaipur que duran tres y cuatro años; otros se rompen a los tres meses. Curiosamente, la solución a este problema la ha aportado una ONG española, la Fundación Heres de Barcelona. Esta organización humanitaria ha financiado la construcción de una fábrica en el sur de La India donde, a finales de diciembre, se producirán los primeros ejemplares de pies de Jaipur industriales, es decir, hechos según unas normas estrictas de calidad. No es de extrañar que el socio local de la fundación Heres y del Dr. Sethi sea una organización humanitaria india nacida hace 50 años para perpetuar los valores de su fundador. La organización se llama Gandhigram y, como su nombre indica, fue creada por el propio Gandhi.

Javier Moro es autor del libro -El pie de Jaipur- (Planeta/Seix Barral). Ángel López Soto obtuvo el IV Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña por este reportaje fotográfico.